Cuando Lo Normal Se Hace Indispensable
Liberarse de los hábitos que nos atan
A veces, basta con prestar un poco más de atención para darnos cuenta de que las mayores lecciones están escondidas en lo cotidiano. Lo que parece insignificante, incluso banal, puede revelarnos verdades profundas si sabemos mirar con intención. Es justamente el caso de una experiencia que viví ayer con el entrenador de mi perro, quien mientras observaba con paciencia cómo Leo intentaba saltar sobre cada persona que encontraba, dijo algo que se quedó grabado en mí: “A veces lo normal se hace indispensable”.
Me sorprendió darme cuenta de que Leo no saltaba solo por emoción, sino porque se había convertido en un hábito, un reflejo automático. Algo que alguna vez celebramos y que, sin darnos cuenta, se había transformado en su única forma de reaccionar.
Esa idea me siguió durante el resto del día. Me pregunté cuántas veces nosotros hacemos lo mismo. Cuántos de nuestros comportamientos, pensamientos y decisiones no nacen de una verdadera elección, sino de la repetición. De lo que un día fue una opción y, sin que nos diéramos cuenta, se convirtió en una costumbre arraigada. Nos decimos a nosotros mismos que ciertas formas de ser o de actuar son "normales", cuando en realidad solo son lo que hemos repetido lo suficiente como para que parezcan inamovibles.
Lo normal nos ata más de lo que creemos. Se convierte en una estructura invisible que moldea nuestra vida sin que nos demos cuenta. La forma en la que reaccionamos ante el estrés, las cosas que nos decimos a nosotros mismos cuando fallamos, los hábitos que mantenemos incluso cuando sabemos que no nos hacen bien. Nos decimos: "Siempre he sido así", "Es parte de mi personalidad", "No puedo cambiarlo". Y en ese instante, nos encerramos en una idea de identidad que nos impide crecer.
El problema no es que tengamos hábitos o rutina, sino que muchas veces ni siquiera nos damos cuenta de que los seguimos por inercia y no por verdadera decisión. Nos acostumbramos a revisar el teléfono en cuanto despertamos, a comer sin hambre, a quedarnos en trabajos o relaciones que nos desgastan, a postergar nuestros sueños porque el miedo es más familiar que la incertidumbre; y cada repetición refuerza la cadena, hace más profundo el surco en nuestra mente. Lo que comenzó como una elección se convierte en una necesidad; no porque realmente la necesitemos, sino porque nos aterra soltarla.
Pero aquí está la clave: no somos esclavos de lo normal. Tenemos la capacidad de cuestionar, de desaprender, de elegir diferente. El cambio no es cuestión de fuerza de voluntad ni de hacer todo perfecto de un día para otro. Es cuestión de conciencia. De observar sin juzgar. De darnos cuenta de qué hábitos nos acercan a la vida que queremos y cuáles nos alejan. De empezar con pequeños ajustes en lugar de esperar un cambio radical.
Si hay algo en ti que quieres transformar, comienza por notarlo. No te castigues, no te critiques. Solo obsérvalo. Pregúntate: ¿Esto me hace bien? ¿Me acerca a la persona que quiero ser? Si la respuesta es no, entonces experimenta con algo nuevo. No intentes eliminar un hábito de golpe; sustitúyelo. Cambia la narrativa que te repites. Celebra cada intento, incluso si tropiezas. Cada paso cuenta.
Lo normal no tiene por qué ser una condena. Puede ser el punto de partida para una transformación. Siempre estamos a tiempo de elegir diferente, de romper patrones que ya no nos sirven, de crear una vida más alineada con quienes realmente queremos ser. Porque si algo nos define, no es lo que repetimos sin pensar, sino lo que decidimos conscientemente cambiar.
Hoy, mientras lees esto, piensa en una acción que repites cada día sin cuestionarla. ¿Te ayuda o te limita? Y si decides transformarla, recuerda: no se trata de ser perfectos, sino de avanzar con intención.
PD: Leo aún está aprendiendo, pero con paciencia y guía, poco a poco adoptará una actitud más asertiva que se convertirá en su nueva normalidad. Y cuando lo haga, podrá recibir el afecto que tanto desea de una manera más equilibrada y armoniosa. 🐶💛